La forma en la que nos alimentamos ha cambiado mucho en el último siglo, la necesidad de comer rápido, de disponer de productos listos para consumir y que requieran poca elaboración, se ha colado en nuestras rutinas y en nuestros menús. Esto sumado a la fuerte estrategia de marketing que la industria ha generado haciéndolos altamente atractivos para su consumo.

Para cubrir esta necesidad, los alimentos necesitan procesarse e integrar aditivos u otros ingredientes que confieran mayor durabilidad y haciéndolos disponibles durante más tiempo y evitando también mayores riesgos microbiológicos. Muchos de estos ingredientes también modifican la palatabilidad, aportando sabores nuevos o intensificando los existentes, lo que hace que sean productos muy atractivos e interesantes para el consumidor.

El procesado de los alimentos no es algo nuevo, muchos alimentos han sido procesados desde hace mucho tiempo para ampliar su conservación o cambiar su sabor o apariencia, como puede ser el caso de la leche, el yogur, el pan o las conservas.

¿Pero qué ha ocurrido estos últimos años?

Hoy en día los términos procesado o ultraprocesado han adquirido una connotación negativa, principalmente por los efectos que se han ido viendo sobre la salud como consecuencia del consumo, principalmente, de estos últimos. La adición de ingredientes de baja calidad nutricional, baratos y en ocasiones dañinos para la salud, ha hecho que este tipo de alimentos esté en el punto de mira.

¿Qué es un alimento procesado?

Se considera alimento procesado a aquel en el que se ha modificado su forma natural mediante diversos procesos industriales (fermentación, pasteurización, deshidratación, entre otros) y se han añadido ingredientes o aditivos, para modificar sus características. El objetivo principal es mejorar su sabor, textura, la vida útil o su facilidad de conservación o preparación.

Para hablar del grado de procesado de un alimento, existen diferentes clasificaciones, una de las más usadas, sería la que se basa en el sistema NOVA, que clasifica los alimentos en: no procesados o mínimamente procesados (alimentos en su estado natural o con un procesado mínimo como frutas, verduras, granos enteros, harina, pasta, leche, etc.), ingredientes o alimentos procesados (pan, verduras en conserva, aceite, quesos, embutidos, etc.) y alimentos ultraprocesados (galletas, gominolas, refrescos, fideos instantáneos, comidas listas para calentar como lasañas, pizzas precocinadas, etc.).

En el caso de los alimentos ultraprocesados, además, los ingredientes suelen ser baratos, de una gran palatabilidad y una larga caducidad. Tienen entre sus ingredientes habitualmente aditivos, azucares libres, almidones refinados y grasas de mala calidad y muy altos en calorías.

Alimentos ultraprocesados y salud

El consumo de alimentos procesados está relacionado con el incremento de la obesidad y otras enfermedades no transmisibles. La baja calidad de sus componentes puede ocasionar serios problemas para la salud de quienes los consumen.

Los principales efectos sobre la salud serian el sobrepeso y la obesidad (suelen ser productos muy calóricos y de calorías de baja calidad), están relacionados con un mayor acumulo de grasa abdominal y aumento del perímetro de cintura. Pueden aumentar el riesgo de diabetes e hipercolesterolemia (el origen de las grasas suele ser de mala calidad y muchos aceites son refinados), también se ha visto relación con el aumento de casos de depresión y mayor riesgo de cáncer en general.

El consumo de estos alimentos está muy presente en la alimentación de niños y jóvenes, que gracias a estrategias de marketing han conseguido formar parte de su alimentación normalizando o banalizando sus propiedades, estando presentes en galletas de desayuno, cereales, golosinas o salchichas industriales, entre otros. Esto también ha tenido un gran impacto en la salud de los más jóvenes, originando un aumento de los casos de obesidad y sobrepeso en este colectivo.

Alimentos ultraprocesados y su relación con el cáncer

La alimentación es un factor de riesgo para algunas patologías, como es el caso del cáncer, pero es un factor prevenible para el desarrollo de su enfermedad. Estudios recientes han encontrado relación entre el consumo de estos tipos de alimentos y el cáncer en general, y también en el caso de cáncer de mama y ovario, pero todavía los resultados son escasos y la evidencia no es fuerte.

Aunque es complicado encontrar el vínculo que existe entre la aparición de cáncer y el consumo de estos, si se conoce la relación que existe entre el consumo de azucares, grasas de mala calidad y sal sobre la salud, con relación al sobrepeso y la obesidad, condiciones que sabemos, si están relacionadas con la aparición de más de 13 tipos de cáncer diferentes.

Por esta razón, es esencial mantener unos hábitos de vida saludables, integrando alimentos de calidad en nuestra alimentación como proteínas, frutas, verduras, grasas saludables y granos integrales, entre otros, y reducir al máximo el consumo de azucares y alimentos procesados con ingredientes de baja calidad.

Esto junto con la práctica regular de actividad física, nos ayudará, no solo a sentirnos mejor, si no a tener una salud mucho más fuerte y prevenir múltiples enfermedades. Mantener un peso saludable es una de las mejores estrategias para cuidar nuestra salud y ayudar a prevenir el cáncer.